30 marzo 2012
El otro día os estuve contando
cómo fue mi visita a Cuéllar; sin embargo, me dejé sin contar uno de los
elementos principales de esta villa: su Castillo.
Solo se puede visitar con una
visita guiada y/o guiada-teatralizada. Nosotros elegimos la normal (o sea,
guiada) y nos costó 2,60 por persona; si elegís la otra, son 7 € y dura una
hora. A las 13,20 nos citaron en la puerta de la oficina de turismo y a la una
y media comenzamos. El tono con que la guía nos contaba los primeros datos de
aquel edificio presagiaba que aquello no iba a ser tan entretenido como
pensaba, y desgraciadamente no me equivoqué.
Voy a contaros lo que más
interesante me resultó de la escasa media hora que duró la ruta por el también
llamado Palacio de los Duques de Alburquerque. La entrada la hicimos por un
pasillo llamado liza o pasillo trampa, que venía a ser un espacio que dejaban
abierto entre una puerta y otra del castillo para que los enemigos pasaran,
confiados. Una vez dentro, la segunda puerta estaba cerrada, y cuando querían
retroceder ya era tarde porque estaban encerrados. Ahí entraban en juego los
matacanes, unos agujeros por donde los defensores de la fortaleza tiraban todo
lo tirable para acabar con sus enemigos.
Matacanes del Castillo de Cuéllar |
Una de las fachadas tiene un
grafiado segoviano con escoria: traducido al castellano, la pared está decorada
con una especie de círculos y trocitos de metal, como se ve en la foto. De lejos no quedaba mal. Ya en
el interior, la estancia que más me gustó fue la mazmorra, porque fue de la que
mejor explicación nos dio la guía.
En el interior no se podían hacer fotos así que os lo describiré. Estaba en la planta baja, era una estancia pequeña y habían puesto un muñeco ahí tirado al lado de un montón de paja, simbolizando uno de los presos recluidos ahí. En el techo había un agujero que servía como “entrada” a la mazmorra. Y digo “entrada” entre comillas porque era más bien un boquete en el suelo del piso superior por donde lanzaban a los malhechores al que sería su lecho de muerte. Conocidos como pozos negros, se dejaba morir a los que ahí caían entre sus propios desechos y basuras varias… Escalofriante.
En el interior no se podían hacer fotos así que os lo describiré. Estaba en la planta baja, era una estancia pequeña y habían puesto un muñeco ahí tirado al lado de un montón de paja, simbolizando uno de los presos recluidos ahí. En el techo había un agujero que servía como “entrada” a la mazmorra. Y digo “entrada” entre comillas porque era más bien un boquete en el suelo del piso superior por donde lanzaban a los malhechores al que sería su lecho de muerte. Conocidos como pozos negros, se dejaba morir a los que ahí caían entre sus propios desechos y basuras varias… Escalofriante.
Entre los 3 metros de grosor de
aquellos muros vimos una recreación del trono, con tapices originales del siglo
XVII, una capilla que anteriormente había sido mazmorra y la Sala de las Damas,
con unas troneras (ventanas) a las que llamaban “troneras cortejadoras”, porque
era el rincón favorito de los amantes. Me imaginaba a las princesas de los
cuentos ahí sentadas esperando a su príncipe azul…
Castillo de Cuéllar visto desde la planta superior |
La última sala que visitamos
antes de pasar “al otro lado” del castillo fue la Sala de Parcerisa, que no me
pareció que quedara muy bien. Básicamente es una sala decorada con unos
paraguas, maletas y objetos diversos, además de unos cuadros, para hacer honor
al pintor Parcerisa, que dibujó varios cuadros de Cuéllar. Los cuadros eran muy
bonitos, sí, pero quizás se deberían haber planteado poner esa sala en otro
lugar del pueblo y no en el castillo, porque no pegaba nada todo eso ahí. Hay
que reconocer que, como nos explicaron, este artista catalán tuvo su mérito, ya
que gracias a sus cuadros de monumentos se han podido restaurar algunos de
forma bastante fiel.
Por aquí tiraban diversas cosas para defenderse cuando asaltaban el Castillo |
El “otro lado” es la parte que se
usa como instituto, y que además de aulas que se entreveían por ahí, tiene el
patio con su fachada renacentista y poca cosa más que nos enseñaran. Ahí se acabó
la media horilla de visita, bastante sosa y decepcionante para nosotros.
Fachada del patio del Castillo de Cuéllar |
Sinceramente, me esperaba otra
cosa. Pero bueno, opiniones hay muchas, por ejemplo la de una twittera, que
ponía en el twitter de Donde me dejes llevarte que a ella le fascina el castillo y que recomienda la visita
teatralizada. También recomienda la feria medieval, a la cual yo no he ido pero
ahora que sé que existe, estoy deseando ir, ¡me encantan las ferias medievales!
Si alguna vez habéis estado en Cuéllar, a vosotros no os gustó (o sí) la visita
al castillo, si visteis más monumentos… Espero que me lo contéis :) Te recuerdo que me puedes seguir en Facebook, Twitter, Instagram y Youtube si no lo haces ya, y si te ha gustado el post, te animo a que lo compartas en las redes sociales.